Me ha pasado algunas veces más, pero no de esta manera. Normalmente sucede de manera repentina: un sentimiento de fatalidad, de que algo terrible está a punto de ocurrir, sostenido y subrayado por una extraña debilidad en brazos y piernas. El cuerpo empieza a temblar y la cabeza de llena de pensamientos, y todos ellos te dicen que algo va mal y que vas a morir, y aunque tú sepas que no es cierto y que no es más un truco, a la razón le cuesta muchísimo imponerse a estos pensamientos, porque, además, tu corazón comienza a latir muy deprisa o parece que se para, o palpita arrítmicamente, y el miedo es tan intenso que ni las experiencias anteriores consiguen persuadirte de que no te va a pasar nada.
Ayer fue distinto; lo sentí fraguarse, paso a paso, en la oscuridad de aquel cuarto mientras tú dormías a mi lado, tan cerca y tan horriblemente lejos. Durante todo aquel tiempo, una, dos horas, iban surgiendo en mi cabeza pensamientos extraños, neuróticos e irracionales que me aterrorizaban. Se repetían de manera obsesiva; pensaba en ti y en mi familia y me parecíais todos seres horribles que sólo pretendían hacerme todo el daño posible. Temí estar volviéndome loca aun con la luz encendida en aquella vigilia horrenda; estabas a mi lado y sólo habría tenido que tocarte y pedirte que me ayudaras, pero un miedo supersticioso me decía que no lo hiciera, y mi cabeza me obligaba a imaginarte como un asesino que, un día no muy lejano, me estrangularía mirándome a los ojos y riéndose del engaño. La voz de mi razón hablaba intentando poner orden pero era imposible, y temí morir y que el corazón se me parase, y pensé también que no me querías, y que todo este tiempo me habías estado engañando y que un día, de pronto, empezarías a reírte señalándome y haciedo burla de mi patética existencia. Soy un animal irracional que no consigue aceptar que el horror proviene de mí misma y ha de buscarlo en los otros, soy un animal irracional que teme al animal irracional que tú eres y a todo el horror que, juntos, podamos generar en este mundo aterrador, queriendo o sin querer. Mi miedo, que no se va jamás, sino que se oculta a mis ojos, no tiene cura.
Perdona mi debilidad. Perdona las injusticias que mi animalidad comete. Perdonadme todos porque hoy, por fin, comprendo que la vida es tan maravillosa como horrible.
domingo, 10 de julio de 2011
crisis
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