Un día me ocurrió algo extraordinario. Sólo yo lo presencié. Fue algo tan sumamente notable y maravilloso que decidí compartirlo con todo aquel que quisiera escucharme; así, hablaba de ello todo el tiempo y, sin saberlo, limitaba lo inexplicable y lo inmenso con palabras mezquinas.
Luego, un día, interrumpí mi relato a mitad de frase; sentí cierta desazón y de pronto pensé que, en realidad, aquello tan extraordinario no lo había sido tanto y que quizá mi memoria y mi deseo de ser testigo de algo fantástico habían adornado y ensalzado un recuerdo probablemente banal. Acabé por convencerme de que nada de especial había tenido aquello.
Y era mentira, pero yo no lo sabía.
domingo, 3 de julio de 2011
Lo extraordinario
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