miércoles, 23 de febrero de 2011

Entrevista casi ficticia

-¿Por qué lo ha vuelto a hacer?
-¿Lo de las enciclopedias? Hoy un niño mató a más de trescientas personas en Pakistán. Era un terrorista suicida vestido de colegial. De colegial, ¿entiendes?. No sé por qué ha vuelto a hacer lo de las enciclopedias. Sólo lo sabe él. Bueno, no es cierto. Lo ha hecho porque, sencillamente, se deja llevar. Luego se autoengaña diciéndose que lo ha hecho porque es útil para alguien. Para él, o para mí. Pero la verdad es que los libros todavía conservan el plástico protector en el que venían envueltos. Tiene las nuevas escondidas en el maletero del coche. Como si en vez de enciclopedias fuera un alijo de coca y el universo se fuera a colapsar si lo descubriéramos.
-¿Qué hiciste? Cuando viste las cajas con el logotipo de la editorial, me refiero.
-Me reí. Luego empezó ella en serio, porque yo no le di mayor importancia. Pensé que a lo mejor eran cajas llenas de libros que ya teníamos. Pensé que lo había vuelto a hacer, pero lo descarté inmediatamente porque no quiero pensar que se está volviendo loco o algo así. Porque puede que esté preparada para que de repente me llamen y me digan que se ha muerto de un infarto, pero no estoy preparada para aceptar que en vez de eso me digan que tiene Alzheimer, o algo así. Entonces ella mencionó algo que me hizo pensar que era cierto, que era cierto que lo había vuelto a hacer.
-¿Qué dijo ella?
-Me dijo que me sentara yo delante, que ella estaba enfadada. Y supe que él lo había vuelto a hacer. Y empecé a encontrarme mal porque comprendí lo que iba a pasar a continuación; me senté a su lado, en el asiento del copiloto, con la mente en blanco y desesperada por encontrar un tema de conversación neutro y común a los tres. Pero no lo encontré. Conseguí mencionar que había habido nieve en el camino. Una nieve sucia y mezquina que formaba costras ridículas en el arcén. Realmente no era nieve. Era mierda, nada más.
-Y no sirvió de nada.
-Él dijo que por aquellas zonas nieva en lugar de llover porque hace más frío. Me entraron ganas de llorar, o de vomitar, y no pude decir nada más. Pasamos por delante de una cafetería y en lugar de leer su nombre real leí MORBO. Y sentí rabia.
-¿Por qué?
-Porque yo no había venido para esto. Ellos me engañan todo el tiempo y a mí me entran ganas de desaparecer sin más. O de engañarles, por cabrones... pero ya les engaño. Así que estamos en paz. Bueno, no. Nunca estamos en paz. No creo que eso sea posible ni esta vida ni en ninguna, jamás.
-Tú sabes de dónde viene todo, ¿verdad?
-Sí.
-Y ¿por qué no lo dices?
-Porque no sé.