llegamos y bajamos del coche
y el cielo nublado
y papá estaba de espaldas
regando unas flores
papá vestido con un chándal de cuando tú eras casi un niño
de espaldas aún
como si no nos hubiera oído llegar
candoroso ardid infantil
papá de espaldas
como si no hubiera nadie más
ni más flores en el mundo
pensé en un anciano japonés cuidando su jardín
pensé luego que me había parecido muy viejo
y pequeño
y pensé que podría cogerle en brazos y subir así con él
las escaleras de piedra
pensé que le quería
pensé
pensé pensé
y recordé
mi dibujo
en el cajón de su mesilla
y rogué
a algo en que no creo
que papá no muriese nunca.
jueves, 1 de septiembre de 2011
papá
sábado, 13 de agosto de 2011
it's astounding
mi madre vive en la tierra del viento
"voy a escribir un libro que se llame La Tierra del Viento", dice
yo la miro y pienso que es ahora cuando el tiempo
empieza a pasar a la velocidad de la luz
nunca había envejecido tan deprisa como ahora
yo era una niña y ella
muy lejos
-qué mujer tan guapa- todos -qué guapa
y yo era una niña que sabía que iba a ser así
siempre
rosas rojas en la mano inmaculada -porque mi madre fue virgen
al altar- mi padre como un prícipe, esperando
-qué guapa- todos -qué guapa está la novia
yo la miro y pienso que hace diez minutos parecía
más joven
pero no sé si puedo responderme -no, hoy no.
voy a llorar otro poco
y luego puede que consiga
martes, 9 de agosto de 2011
Reenactment
Cuando era pequeña en los columpios del parque
había arena -una arena
gris sucia un olor húmedo helado-
y peligrosos filos
y esquinas peligrosas
Ahora hay una moqueta de colores
alegres
asientos de goma
redondeados -no vaya a ser-
peldaños a ras de suelo
si acaso algún metal, acero inoxidable
de impecable pulido
-si acaso alguien se cae que aterrice
blandamente
en
la moqueta-
sano y salvo mi pequeño
está bien
¡¡¡¡¡¿MI PEQUEÑO ESTÁ BIEN?!!!!!
¡¡¡¡¡¿DIOS MÍO QUÉ LE HA PASADO?!!!!! -no me dejes, no te vayas, etc.-
Cuando era pequeña los niños podían sangrar
y hacerse daño
y morir, incluso
morir, ¿por qué no?
Nada nos lo impedía
ni siquiera
nuestras madres histéricas.
Cuando era pequeña la vida era más parecida a
la realidad.
sábado, 6 de agosto de 2011
jueves, 4 de agosto de 2011
martes, 2 de agosto de 2011
split adulthood
¿sabes, amor,
cómo son los niños
que se hacen los mayores?
son teatrales
y serios
y pretenden una trascendencia
encantadora y tierna
y a duras penas son conscientes
de sí mismos
y son sinceros porque
no han aprendido aún lo útil que es
mentir
así le quise a él
hay adultos que quisieran volver
a ser niños y
todo les asombra
desde una serenidad impenetrable
y la sencillez les hace
felices porque
han comprendido -por fin-
muchas cosas
y son sinceros porque saben
que mentir no hace
falta
así
te quiero
a ti
domingo, 31 de julio de 2011
-Oiga, señor- dijo la niña.
Era pequeña y tenía unos ojos muy grandes y, aunque movía la boca al hablar, parecía como si las palabras salieran, en realidad, a través de aquellos ojos enormes.
-Señor.
Puso sobre la mesa un hatillo y, como quien deshoja una flor, comenzó a retirar capas de tela, dejando al descubierto lo que allí había envuelto. Era una cosa muy grande, opaca, y muy pesada. Nadie comprendía cómo había sido capaz de cargar con aquello como si nada, yendo de acá para allá.
-Quiero devolver esto, ya no me gusta. Al principio me gustaba, pero ya no. Quiero devolverla, por favor. Por favor, señor.
Y aunque en sus ojos se veía que estaba a punto de llorar, el hombre la miró con ternura, y le dijo:
-Lo siento mucho, pero la condición adulta no se puede devolver.
viernes, 29 de julio de 2011
lugares de nadie
cuando tú no estás
camino por los parques
fijándome en los rincones
donde se convierten en ciudad
y me pregunto si existirá
un centímetro cuadrado de suelo
que ningún ser humano haya tocado
jamás
me gustaría que unas flechas enormes
de neón
señalaran los lugares de nadie
unas flechas que sólo yo podría ver
y pondría vallas
y alambre de espino alrededor
para que nadie pudiera dejar -como souvenir-
su inconsciencia allí
cuando estás conmigo
caminamos juntos de la mano
y ya no me fijo en los rincones
ni en el borde romo de las aceras
porque lo que importa no es dónde estén
sino el hecho irrebatible de que esos lugares
existen
cuando estás conmigo se encienden
tantas luces de neón
que no me dejan ver el suelo
y, reflejadas en tus ojos, son flechas
que me indican que el suelo que pisamos
somos tú y yo los primeros
en pisarlo
miércoles, 27 de julio de 2011
estudia para ser persona de provecho
aprender
que no le importo al mundo
y que la vida -mi vida- ha de seguir
aunque tú no estés
y duela
y sea difícil.
martes, 26 de julio de 2011
debes saber que cuando me miras
con esos ojos tan grandes y tan abiertos
(y, te lo recuerdo, son verdes aunque cambien de color)
me siento por fin libre de culpa y muy lejos
de todo mal
y aunque mucho me temo que mi miedo a enfermar
finalmente conseguirá que enferme
podría estar diciéndote hola
hasta la hora del fin del mundo
sólo para que me volvieras a mirar
así,
mi pequeño
porque eres pequeño
y enorme,
mi dulce amor.
martes, 5 de julio de 2011
los pájaros, y tú, y yo
lunes, 6 de junio de 2011
No es cierto que las mujeres
terminemos siempre con hombres malos
o que nos tratan mal.
Lo que pasa es que nos gusta
que, de vez en cuando,
nos nieguen algo
y así tener motivos
para enfadarnos con ellos
y luego
por fin
reconciliarnos.
viernes, 20 de mayo de 2011
Hola, mamá
recuerdo cuando era pequeña y me hacías aquellos vestidos tan bonitos, y me ponías lazos y zapatos a juego. también recuerdo aquella camiseta blanca sin mangas; me habías hecho unas bermudas con una tela estampada con dibujitos de frutas, y habías recortado una naranja para cosérsela a aquella camiseta, y así, camiseta y bermudas, formaban un conjunto prácticamente inseparable. también recuerdo un vestido blanco y turquesa, al que le habías puesto de adorno un pin con la forma de unas gafas de sol diminutas. recuerdo cosas, pero no las suficientes.
mamá
los niños te rehúyen y yo no les culpo
mamá
siempre me has acusado de renegar de tu afecto, pero tú esperabas demasiado de mí y yo era pequeña y no podía hacer otra cosa más que apartarme para que no me hicieras más daño
mamá
cuando conseguía hacer algo de lo que me enorgullecía tú no solías darle mayor importancia
mamá
cuando hablaba no me escuchabas y ahora comprendo de quién lo aprendió J
mamá
llevo tanta rabia dentro que a veces quisiera matar a alguien o matarme yo
mamá
soy incapaz de liberarme de esa rabia porque tú me enseñaste que eso está mal y que las niñas no hacen eso, porque tienen que ser dulces y educadas
mamá
recuerdo que, a los ocho años, me mordía los brazos para dejarme marcas y decirte, cuando volvías de trabajar, que me lo había hecho algún niño en el colegio
mamá
dime por qué me siento culpable por no conseguir ser una máquina irracional de felicidad.
martes, 17 de mayo de 2011
1 de octubre de 2005
Quiero saber lo que significa estar enferma para poder simular que lo estoy. Puede que así no me sintiera tan triste. Decir triste es decir perdido a veces es decir mediocre, es decir asustado.
Después de la despedida tengo que reagruparme; me reconcentro como el vapor, para formar una gota, porque si consigo recobrar mi cuerpo, si entonces me estrello contra el suelo estallaré, y así al menos podré saber cómo es el dolor. Yo ya lo conozco, pero no de verdad, porque eso sólo se siente y se comprende estando despierto, y yo llevo mucho tiempo dormida.
Así que me reagrupo. Ajusto las vértebras, tenso los músculos y abro los ojos para tratar de entender por qué siempre me pasa lo mismo. Detrás de mí, lo siento, está esperándome para seguirme hasta mi casa, y no se detiene en el umbral, sino que se mete conmigo en la cama y, por las mañanas, me sujeta los brazos y las piernas para que no pueda levantarme. Me hace llorar y hace que piense que estoy siempre sola
que mis palabras nadie las escucha
que no tengo gracia
que no debí haber nacido nunca
que estoy vacía
que soy estúpida
que no tengo talento
que no merezco la confianza de nadie
que mis padres no son felices por mi culpa
que soy la más egoísta
que todos me odian
que todos me olvidan
que a nadie le importo nada
que he sido cruel durante toda mi vida
que realmente soy una mala persona
que mis hermanos no me quieren
que mi vida será larga y aburrida
que jamás haré nada que perdure
que mis ideas no son inteligentes
que nadie irá a mi funeral
que no tiene sentido vivir
que las palabras están vacías
que el amor que yo creo que es único es tan banal como cualquier otro
que nunca podré ser feliz
que no soy especial
que tal vez lo fui y lo dejé escapar,
que la tristeza me lo ha robado todo y ahora que lo he comprendido quiero hundirme para siempre, para siempre en ella. Y lo realmente complicado no es sonreír y hacerles creer que yo soy como todos los demás. Lo realmente complicado es apartar todos esos pensamientos de mi cabeza.
domingo, 15 de mayo de 2011
las horas. la inspiración que no existe para mí. los días. y la angustia de los días, el gris de los días. la paz blindada de la noche. y los sueños, las pesadillas de hecatombe. los muertos. los besos. los días en mercurio, y los amaneceres dobles de mercurio. en la tierra sólo amanece una vez cada día, y no es suficiente para nosotros.
estos dos cuerpos son sólo un santuario que existe en cada línea paralela trazada en el espacio.
viernes, 13 de mayo de 2011
Historia (casi) ficticia
La madre de Carlotita Kovalski era una madre ejemplar. A pesar de esto era incapaz de conseguir que una caja de tranquilizantes le durase más de dos días. Pero, eso sí, su colada era siempre la más blanca, y su casa la más reluciente. Es una ocasión, una visita comentó que estaba todo tan limpio que se podría comer en el suelo, y a la madre de Carlotita se le escapó una lágrima de emoción, porque jamás le habían dicho nada más bonito que aquello. Además recordaba siempre todos los cumpleaños y fechas señaladas con una facilidad pasmosa, y asistía a todos los funerales de allegados (o no) y daba su particular pésame con un rictus trágico en el rostro, que recordaba vagamente a la ópera bufa. Cocinaba, cosía, planchaba y trabajaba más y mejor que nadie. Con su fino olfato detectaba cualquier olor sospechoso. Su enfermiza obsesión por el orden y la limpieza es hoy denominada neurosis por psicólogos y psiquiatras. No es de extrañar, pues, que una caja de tranquilizantes le durase dos días, y no más.
Se había casado a los veinte años con un trapecista ruso llamado Alexei Kovalski. Se conocieron durante una de las sesiones que el circo ofrecía diariamente. Se vieron, se enamoraron, se retiraron discretamente tras la jaula del hombre-elefante, se casaron al día siguiente, y, tres días después, Alexei se enamoró de una amazona coja que bizqueaba profusamente cada vez que pronunciaba la palabra Rachmaninov, claro que esto no sucedía muy a menudo, pues ella prefería a Chopin y Debussy. Pepita Fuentes, que así se llamaba la sufrida madre de Carlotita Kovalski, se quedó con las ganas y con un espermatozoide de Alexei fecundando uno de sus óvulos. A los nueve meses nació Carlotita Kovalski Fuentes, sin tener ni la más remota idea de la que estaba por caerle encima: una madre neurótica, sobreprotectora e histérica hasta rozar el más absoluto delirio. Eran frecuentes sus recriminaciones de tipo: ¡He tenido que matarme a trabajar para sacarte adelante sola, y tú callejeando por ahí! Esto era, claro está, oportunamente subrayado por un llanto de espontaneidad asombrosa. Pero Carlotita sabía que lo tenía ensayado y, como además había heredado la naturaleza despreocupada de su padre, le tiraba de un pie lo que su madre le dijese o le dejase de decir; y así fue que la convivencia entre madre e hija se fue deteriorando.
Llegaron a un punto en el que Pepita sólo se dirigía a su hija para atormentarla con sermones acerca de los peligros de la cafeína. Carlotita fue creciendo, alimentada con el eterno discurso materno que abominaba los efectos del café, y que terminaría convirtiéndose en un sermón que, día tras día su madre le recordaba invariablemente, como un extraño y obsesivo delirio religioso. Carlotita contaba entonces diecisiete años y no se relacionaba con nadie más que con su madre, y eso que ella con su madre no se hablaba. Empezó el colegio a los cinco años y lo terminó a los ocho, habiendo obtenido una media de matrícula de honor en todos los cursos. Como es comprensible, los demás alumnos del colegio la odiaban y, de todos modos, en tres años ella no había tenido el tiempo ni el interés para dedicarse a fomentar sus habilidades sociales, porque estaba ocupada leyendo a Kafka, Sartre y a Sánchez Dragó, y estudiando física cuántica y mecánica de fluidos.
El mismo espectáculo se repetía cada vez que Carlotita llegaba a casa con el impresionante boletín de notas desplegado en su mano de niña pequeña. Si su madre no montaba, literalmente, en cólera era, únicamente, porque la cólera no estaba ensillada:
-¡Esto no es suficiente! -bramó- ¡No te esfuerzas nada, y eso que sabes que me mato a trabajar para que tengas una buena educación! Y, ¿tú te atreves a agradecérmelo con estas notas tan mediocres?
Entonces, Carlotita solía cerrar los ojos, respirar hondo, y retirarse a su habitación, buscando consuelo en la lectura solitaria del Ulises de Joyce.
Pero volvamos a la Carlotita adulta, a la mujer de diecisiete años que había terminado con inmejorables calificaciones las carreras de medicina (Carlotita se había especializado en neurocirugía, pero todo aquello le había parecido muy infantil y se había aburrido enseguida), arquitectura, ingeniería de minas, filosofía y letras, periodismo, derecho, bellas artes, y logopedia. Por aquel entonces, Carlotita observaba detenidamente cada movimiento de su madre, pues estaba convencida de que, últimamente, se tomaba caja y media de tranquilizantes al día. No es que le preocupara su salud, sino que gustaba de estudiar los curiosos trastornos de conducta que la habitual sobredosis de pastillas provocaba en su madre. Las arengas anticafeínicas eran un clarísimo ejemplo de sobredosis de tranquilizantes, pero Carlotita había observado que, durante los últimos días, la conducta de su madre se había enrarecido hasta llegar a cotas nunca antes alcanzadas. Ya no se atrevía a usar el microondas, porque cada vez que abría la portezuela creía ver unos ojos que, blancos y brillantes, la acechaban desde la oscuridad, amenazándola. Carlotita, que estaba haciendo el doctorado en psiquiatría observaba, analizaba, asentía, y apuntaba todo lo que veía en una libretita de tapas negras.
Pasó el tiempo y la madre de Carlotita, tuvo un día la ocurrencia de probar de una vez por todas el café que tanto tiempo de su vida había dedicado a criticar, pues la curiosidad le picaba en un lugar donde es muy difícil rascarse.
-Una tacita no va a matarme -se decía para darse ánimos.
Pero al segundo sorbo de café, Pepita se atragantó y, entre toses y terribles estertores, murió. Carlotita, al encontrarla, y habiendo deducido inmediatamente la causa de su muerte, sonrió débilmente y se dijo: Pues sí que tenía razón mi madre.
Ofició el funeral el mismo hombre que, tiempo atrás, casara a la finada y bautizara a su hija. El padre Faustino se quedó de una pieza al encaramarse al púlpito y percatarse, alzando la vista hacia los bancos, de que allí no se había congregado nadie, ni siquiera una sola ánima descarriada.
-Vaya... -fue lo único que atinó a farfullar.
Permaneció allí de pie durante un cuarto de hora, con la inquietante sensación de que aquello no podía estar pasando. Distraído, lamentó para sí que el maravilloso sermón, trufado de elogios a la difunta, no fuera escuchado por nadie y, finalmente, saliendo de su embeleso, decidió bajar del púlpito, como un urraco que abandona su nido. Tiernamente palpó, por encima de la sotana, el fajo de billetes que, tan amablemente, Carlotita le había dispensado para dar digna sepultura a su progenitora. El cura se sonrió pensando que a cualquiera de aquellas dos chaladas, madre (que Dios la tenga en su gloria) o hija, les iba a resultar muy difícil entrar en el glorioso reino de los cielos. Volvió a acariciar el bulto que formaba el dinero bajo la raída tela negra y pensó que a él, en cambio, no le iba a ser nada complicado acceder al paraíso y a sus divinas prestaciones, porque Paraíso era el nombre del puticlub más cercano.
Mientras todo esto sucedía Carlotita viajaba en primera clase rumbo a Washington D.C. A su lado se sentaba un tipo maduro, alto, fuerte y de barba tupida pero pulcra y virilmente recortada. El tipo, que era ruso, había hablado un poco con ella al comienzo del vuelo. Se llamaba Alexei Yurinov y era un importante cargo político de Rusia. Iba a hacer una visita diplomática al presidente de los EEUU. Lo que ella no sospechaba era que aquel moscovita se había cambiado el apellido años atrás para poder iniciar una carrera política digna y respetable. Nadie necesitaba saber que, en su juventud, había sido trapecista en un circo ambulante.
Y lo que Alexei Yurinov tampoco sospechaba era que aquella curiosa joven que se sentaba a su lado, codo con codo, era su propia hija, que en Washington cogería otro avión que la llevaría Colombia donde, si todo iba según lo previsto, se compraría unas cuantas plantaciones de café.
Carlotita se sonrió. ¡Cuánta razón había tenido su madre...!
28.11.2003
jueves, 12 de mayo de 2011
paseo
Vuelan motas blancas en el claustro
incapaces de oler el agua
en las nubes
tan arriba,
tan lejos.
Regreso, caminando tan despacio
como si ya no recordara
o no supiera
que un pie va
detrás del otro.
Oigo a alguien decir
muy cerca
con una voz potente
y optimista
y redonda de alegría
que este va a ser un año de triunfos.
La frase resuena
por encima de los truenos
y enseguida deja de importarme
y se muda a la parte de atrás de mi cabeza
donde estoy yo
pero yo de verdad
Cerca de casa, una niña
mira hacia arriba y sigo su mirada
y no veo nada porque ya soy demasiado
mayor.
Como una veta de oro
inadvertida
se esconde casi siempre tu violencia
a mis ojos.
Late concentrada, tras la piel
rogando no asustarme
y empujarme
lejos.
-------
Just like an unnoticed gold seam,
your violence hides from my eyes
most of the time.
Concentrated, it throbs behind the skin
praying not to scare me
and push me
far away.
miércoles, 6 de abril de 2011
una vez cada pocos días te recuerdo
y pienso
en ti
omisiones
intentos de vuelo
que me engaña con recuerdos
felices.
sé, no obstante, y
aun sin pretenderlo,
que me desesperabas sin apenas esfuerzo
y yo
ni siquiera negaba
que fuera
cierto
cuando me mirabas
con ojos de cachorro
de niño perdido
que no puede evitarlo.
todo el daño que te hice
te lo hice a la vez queriendo
y sin querer.