No estoy paranoica. Mis visiones apocalípticas no son síntoma de una locura incipiente. La otra noche soñé que la tierra se reblandecía como un tomate podrido, y su corteza se deshacía, replegándose en sí misma y fundiéndose dentro del núcleo incandescente. Y todos íbamos a morir, pero sólo parecía importarme a mí.
lunes, 16 de mayo de 2011
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