lunes, 16 de mayo de 2011

26 de septiembre de 2005

No estoy paranoica. Mis visiones apocalípticas no son síntoma de una locura incipiente. La otra noche soñé que la tierra se reblandecía como un tomate podrido, y su corteza se deshacía, replegándose en sí misma y fundiéndose dentro del núcleo incandescente. Y todos íbamos a morir, pero sólo parecía importarme a mí.